26/3/10

EL MOMENTO

"Monkey" - Mori Sosen
Aún puedo recordar las palabras de un profesor (Maestro de vocación, loro de profesión) que nos explicaba como pasamos de ser monos a ser monos ególatras... aunque él no sabía lo que realmente nos estaba contando debido a su condición de loro y a que vivía inmerso en la forma de la materia que nos impartía. En aquel entonces aquellas palabras me sonaron mágicas. Nos estaba contando un misterio, algo que podía dar un giro total a nuestras cabezas. Pero mi mente adolescente aún no podía comprender algo que hoy se me viene claramente a la consciencia y que me obliga a retomar un nuevo camino en mi vida...
"El mono bajó del árbol y, por las más diversas teorías evolucionistas, se puso de pie..." Y mi asombro mayor vino con el siguiente paso definitivo que nos convirtió en lo que somos: "el pulgar opositor". Menudas palabras: PULGAR OPOSITOR. Algo tan sencillo como un pequeño cambio en la configuración de nuestros dedos pero con un poder oculto tan grande.
Liberando las manos de la tarea de desplazarnos y dándoles el poder de crear herramientas nuestra historia y nuestro cerebro cambiaron radicalmente. O quizás fue al revés, y fue nuestro cerebro y nuestra historia (la aún desconocida) la que le dió esta nueva forma a nuestros cuerpos...
Recordando ahora esas palabras puedo ver a ese mono que vivía en comunión con la naturaleza levantando su cabeza lleno de orgullo... orgullo, vanidad, egocentrismo. Lo horizontal se transformó en vertical y la cabeza se nos fue a las nubes. En ese momento nos convertimos en árboles desterrados, separados de su madre por la extraña ambición de ser dioses. Entonces llegó ese segundo paso. Nos creímos con derecho sobre todas las cosas que estaban a nuestro alcance y hasta de las que no lo estaban, y quisimos poseerlas. Nuestro egocentrismo era (es) tan grande que teníamos que extenderlo y proyectarlo fuera de nuestro limitado cuerpo. Y llegó la PROPIEDAD. Con nuestro flamante pulgar opositor empezamos a agarrarlo todo. Aprendimos a poseer. Y esa obsesión por la posesión nos llevó al extremo de poseernos los unos a los otros. Así terminamos de envenenar nuestras almas.

Pero me gusta pensar una cosa (o debería decir "me consuela"): Este mismo ser que aprieta con locura todo lo que cree suyo, a veces es capaz de aflojar su famoso dedo opositor y olvidarse por momentos de su función más funcional... es capaz de agacharse humildemente y acariciar cualquier forma, viva o no, que encuentre a su alcance. Y en ese sencillo acto se genera el mayor potencial de este ser que llamamos humano. El AMOR sin condición. El regreso a los brazos de nuestra Madre y nuestro Padre. Ahí desaparece por un momento nuestro afán por ser dioses y de que nos sirvan como a tales. Y nos convertimos en siervos humildes. Justo cuando nos hacemos esclavos por voluntad propia es cuando nuestra alma se libra de sus grilletes y puede sentirse en paz. Que lástima que sólo sea un momento... Aunque, para el mono, bajar del árbol y ponerse de pie fue un momento. Y agarrar la primera cosa con su mano "liberada" también fue un momento. A lo mejor éste es el momento...

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